No
los soporto, de verdad.
No
necesito muchos alicientes para estar contenta y alegre en cualquier situación,
suelo ser optimista por naturaleza, pero esta gente me quita la energía y me
mantiene en un estado continuo de mala hostia.
Cada
vez que veo pasar a uno, sólo pienso en las ganas que tengo de hostiarlo…
Está
el que habla muy muy MUUUUY bajito, como con miedo (lo
contrario a mí que soy más bien chillona) y encima es la persona más
pesimista que conozco. Yo ya le he dicho más de una vez que deje de hablarme
del tema trabajo porque ya me ve debajo de un puente. Y para más INRI, tiene
una hija de 24 años que lo ha dejado con el novio y el otro día me soltó a mí,
A MÍ, que la ve muy mal, que a ese ritmo se va a quedar para vestir santos…repito,
A MÍ. Hostiabilidad 100%
Luego
está el que me hace “bromas” picantes y me
cuenta chistes absurdos, que siempre viene cuando me estoy tomando el café
tranquilamente a darme conversación, cuando justamente eso es lo que menos me
apetece. Y encima le gusta tocarme los cojones con el tema fútbol. Hostiabilidad 99,99%
También
está el que huele raro y se peina engominado como si fuera un dandy. Éste viene
poco por la oficina (GRA-CIAS), pero es
verlo y retorcérseme las tripas. Come como un cerdo, en las comidas de empresa
todas las sobras van a su plato. Hostiabilidad
101%
Y
para rizar el rizo, uno de los jefes, que cada vez que llega me pregunta qué
tal estoy…Bien…¿Bien? no te veo muy convencida…Muy-bien…Eso es otra cosa. Ni
los payasos de la tele, joder, querrá que me levante y me ponga a tocar los
platillos como los monos esos a los que se les da cuerda. Hostiabilidad total.
No
me digáis que no tiene mérito seguir creyendo en la raza humana.