Conoces al argentino más guapo que hayas visto en tu vida (guapo nivel Darek) y desde el principio te llama bebé y te hace carantoñas (lo típico vamos).
Todo idílico, todo perfecto.
Es de Alicante y trabaja esa noche, así que no se puede terminar lo que se empieza. Intercambiáis teléfonos y se va.
No te va a llamar. Nunca llaman. Pero éste rompe las estadísticas y te deja con la boca abierta (y babeando) cuando te llama y te dice de veros.
Te lías la manta a la cabeza y te vas a Alicante a verlo. Un polvo así no se te escapa.
Todo genial hasta que llegáis a su casa y te presenta a su madre...bueno, no pasa nada, si vive con ella es lo que hay. Os vais a su dormitorio, te pone musiquita, habláis, os calentáis...y se transforma.
De bebé pasa a "Vas a ser mi perra" sin darte cuenta, te tira de los pelos (joder, y yo tomando pastillas anticaída!) y el colofón...te escupe en las tetas...¿¿¿pero esto qué coño es??? Entre la madre en el salón viendo la tele, sus improperios y sus tirones de pelo no hay quién se concentre hostia...
Pero quién le dice nada al energúmeno éste, a ver si va a ser un psicópata y me descuartiza...
Aguanto el tirón sin que se me salgan los ojos de las órbitas (esto se avisa) y sin quedarme calva y entonces, al terminar, vuelvo a ser su bebé, de golpe.
Quiero salir de ahí.
Me visto.
Ya te llamo yo...si eso (no me vuelves a ver el poco pelo que me has dejado, cabrón!).
Y me voy.
Moraleja: No es polvo de oro todo el que reluce.